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Necro-Lógica (escena)

Él: Por cierto, ¿por qué quiere usted morir tan pronto?. Todavía es joven, se ve sana.

Ella: Sí, hago ejercicio todos los días, tengo una dieta balanceada, sí fumo pero trato de no beber mucho , duermo 8 horas diarias y estoy vacunada.

Él: Y baila tango y además es bonita y obviamente vive cómoda. Debería aprovecharse de eso. No todos tenemos la suerte de poseer recursos que nos hagan la vida más fácil.

Ella: La vida no es fácil con o sin recursos.

Él: Es porque somos bastante inconformes. Por ejemplo, usted no debería morirse ahora, debería esperar, vivir un poco más. Después de todo no está tan mal esto, ¿no? Después de todo podemos encontrar algo o alguien.

Ella: Yo la verdad no le encuentro ningún sentido. Estoy harta del mundo, de la gente... nunca he sido feliz aquí. Siempre dicen que después de esta vida nos espera algo mejor, no me diga que no lo ha pensado.

Él: ¿No he pensado en qué?

Ella: En qué pasa después. Quizá todo pueda ser distinto.

Él: ¿Cómo distinto?

Ella: Quizá tengamos más oportunidad de decidir sobre nosotros mismos.

Él: ¿Ah, y es que aquí no la tenemos?

Ella: Generalmente no. El libre albedrío suele ser una trampa para que creamos que podemos hacer lo que queramos, pero al final de cuentas no logramos sobrepasar la línea que nos dice hasta dónde podemos llegar. Yo necesito cruzar esa línea.

Él: ¿Y realmente cree que cuando muera podrá hacer lo que le venga en gana?

Ella: No lo sé, me tocará descubrirlo.

Él: Debería pensárselo un poco más.

Ella: Ya lo he pensado bastante.

Él: Usted ha pensado en las personas que murieron sin quererlo, pero sólo lo ve desde un punto de vista. No piensa en la vida que ellos ya no pueden vivir y que usted sí puede.

Ella: Pero que no quiero.

Él: Eso es egoísta

Ella: ¿Por qué? No le estoy haciendo daño a nadie. Mi muerte no hará diferencia alguna en el ir y venir del mundo, como no lo hace la de nadie más.

Él: Eso es lo que usted no sabe. No sabe si de pronto el que usted viva constituye un hecho de especial relevancia.

Ella: Creo que no soy lo suficientemente importante en el mundo. No es que sea una genio, o una luchadora social, o una científica incansable que invente la cura o la vacuna contra una epidemia mortal.

Él: No es necesario que salve el mundo, quizá basta con salvar a una sola persona.

Ella: No tengo madera de heroína, la verdad.

Él: ¿Y no le da miedo?

Ella: ¿Qué cosa?

Él: Morir

Ella: No. Las personas le temen a la muerte, pero deberían temerle más a la vida. Seguramente antes de venir le tenemos miedo a la vida pero no tenemos otra opción.

Él: ¿Por qué habríamos de temerle a la vida?

Ella: ¿No le parece suficiente tener que venir a un mundo como éste? Es aterrador vivir entre un montón de personas dispuestas a hacerte daño, dispuestas a caminar sobre tu cabeza para salvarse, y son miles y miles de personas a las que sólo les interesa el bienestar propio.


(...)




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