Él vive en un laberinto, la realidad le es ajena o mejor dicho, lo que otros llaman realidad. Él vive en un lugar donde los días son pozos, donde las horas se bifurcan y las ciudades no existen.
Su tiempo desdoblado se extiende hasta el infinito y es incapaz de recordar en cronología. Ayer, hoy y mañana son sólo palabras vacías, carentes de sentido. Su grito se ahoga en confusión su ira choca contra las paredes de su conciencia, llena de visiones absurdas, sedienta de cordura.
Su sufrimiento es inútil, su alivio no encuentra playa para echarse al sol. Clama piadosamente una salida en un idioma que nadie entiende. Camina por senderos llenos de monstruos y recuerdos culpables. Se encuentra con fantasmas de una vida náufraga. A veces recuerda que fue un hombre.
Ella grita desde la orilla, hace señales de humo, clama su nombre. Se ha quedado al otro lado y le ve extraviarse dentro, cada vez más dentro de la bruma, como un Caronte desolado. Su voz resuena con eco sordo "¿ A dónde has ido? ¡Vuelve! "
Su mundo fracturado no encuentra paz. Duele la realidad, quiere irse tras él, pagar su moneda y perderse en la misma bruma, olvidarse, sucumbir al delirio. Pero su mente se empeña en aferrarse a la realidad, mejor dicho, a lo que ella llama realidad.
Su sufrimiento es inútil, su alivio no encuentra bosque para tenderse a la sombra. Clama piadosamente una salida en un idioma que él no entiende. Camina por senderos llenos de recuerdos de momentos hermosos. Se encuentra con los fantasmas de una vida arruinada. A veces recuerda que es una mujer.
Una mujer que tenía a un hombre, que se ha perdido en un laberinto inaccesible, lunático. Sus horas son pozos, sus días se bifurcan y en la ciudad donde vive, una casa alberga a dos seres que no saben qué hacer para volver a encontrarse.
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